Transcripción resumida de la exposición de Josep Marc Laporta —psicólogo social y coach— en el magazine matinal radiofónico de Radio Arena, emitido semanalmente durante los últimos cuatro años. Consultas y conferencias: jmlfcoach@hotmail.com

· El fanatismo

El fanatismo es el apasionamiento de la persona que defiende con tenacidad desmedida sus creencias u opiniones. El fanático necesita sentirse seguro con una exacerbada defensa de su posición, reivindicándola frente a sus semejantes. No solo defiende su postura y creencias a favor de si mismo, sino que lo hace en contra de otras personas, lo que le convierte en peligroso. Un fanático se entusiasma o preocupa ciegamente por algo, con una adhesión incondicional que le produce un apasionamiento y una ceguera que le lleva a comportarse, en ocasiones, de manera violenta e irracional.

La enfermedad del fanático se llama verdad absoluta. Está convencido de que su idea es la mejor y la única válida, por lo que menosprecia las opiniones de los demás. Ha construido su propia verdad y la defiende por encima y en contra de todo, y pretende imponerla sea como sea. Estas son las características más destacables: verdad absoluta que no solo va a favor propio sino que va en contra de los demás, imponiéndola por todos los medios, incluso violentos.

Creer a ciegas que se ha descubierto la verdad absoluta de algo o de todo, históricamente ha sido la razón de muchos fanatismos. Un ejemplo de ello lo podemos encontrar en el cristianismo genérico, especialmente el católico, que durante casi 2000 años ha impuesto su verdad por encima de otras opiniones. En la Edad Media se ajusticiaban herejes, se quemaban brujas o se perseguían judíos, y no ha sido hasta hace poco menos de 100 años que muchas de estas actitudes fanáticas aún estaban muy presentes en la sociedad española por medio de otras actitudes y acciones menos violentas, aunque éticamente igual de radicales.

El fanatismo se da en todas las áreas de la vida; desde la religión, la política o el deporte hasta cualquier creencia o afición privada como la música. En la religión tenemos evidencias de su nocividad, ya sea en el cristianismo católico histórico como en muchos sectores del islamismo, persiguiendo hasta la muerte a los que no piensan igual. Cuando el fanatismo llega al poder político suele desarrollar todo un sistema para la imposición de sus creencias, castigando a los opositores con la cárcel o incluso con la muerte; las dictaduras son una prueba de ello, aunque también se da en las democracias con el llamado terrorismo de estado. En el deporte hay fanáticos de clubes de fútbol que, como desgraciadamente muchas veces ha sucedido, han llegado a las manos hasta perder o hacer perder la vida. En la música, el fanatismo por un cantante o grupo de música lleva también a realizar algunas locuras obcecadas.

Desde la perspectiva antropológica es interesante apuntar que las sociedades tribales —tanto las ancestrales como las contemporáneas en algunos enclaves del Amazonas— no tienen rasgos fanáticos en su comportamiento colectivo o individual. Cubiertas sus necesidades básicas, estas sociedades no desarrollaron comportamientos fanáticos, pese a que los ritos y ceremoniales religiosos pudieran interpretarse como tal. El fanatismo es producto de las sociedades en desarrollo constante, como lo fue el imperio romano, que en su manifestación de supremacía cultural y racial impuso su verdad como valor absoluto a otros pueblos. Este matiz diferenciador nos hace suponer que el fanatismo es el mal de las sociedades en continuo crecimiento, que utiliza su verdad como argumento absoluto de competitividad exclusiva.

El fanático convive con la imperiosa necesidad de sentirse seguro, por lo que su actitud celosa y apasionada es la respuesta a esa autoexigencia. Como no puede o no quiere proporcionarse esa seguridad por medio de otros argumentos o medios más intelectuales e ilustrados, sin saberlo busca en el fanatismo la manera de alcanzar la propia confianza y seguridad que le falta.

Dejando de ser fanáticos

* Asumir que gran parte de las verdades universales no son absolutas. Las verdades son parciales y/o compartidas. Incluso en cuestiones tan trascendentes como el origen de la vida o la fe y el más allá, la verdad no aparece de manera clara y diáfana. Por lo tanto, en cuestiones más laterales o secundarias no podemos llevar nuestra particular verdad al nivel de lo absoluto y del fanatismo.
* Asumir que muchas de nuestras verdades absolutas, a veces, son opiniones llenas de sensaciones y percepciones muy particulares. Nuestros sentimientos, forma de ser y sensaciones personales juegan un papel muy importante en cómo conformamos aquello que creemos como único y cierto. Dejar sólo en manos de los sentimientos todas las creencias y verdades absolutas nos puede decantar hacia un fanatismo activo que nos puede hacer perder el contacto con la realidad.
* Aprender de las conversaciones y aprender de las verdades de los demás. En cada conversación es saludable estar dispuesto a incluir apreciaciones o verdades ajenas a nuestra manera de pensar. Posiblemente sólo sea un 5% de lo tratado en la conversación, pero es suficiente para ejercitarnos en incorporar otras verdades parciales a nuestra manera de entender las cosas.
* Construir nuestras verdades supremas o secundarias por medio de la duda constructiva. Incluso cuando ya hemos alcanzado muchas certezas respecto a la vida y nuestra posición respecto a ella, la duda constructiva es necesaria para no caer en el fanatismo irracional e infundado. La duda nos hace más razonables y nos permite entender mejor las opiniones ajenas.

©2011 Josep Marc Laporta

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2 comentarios:

  1. Los fanaticos son muy peligrosos, TODOS. Sean religiosos, futbolistas, políticos,e tc. Dios nos libre de cualquiera de ellos. Me contradigo.... pero si Dios nos libra espero que convenza a los suyos que no sean mas papistas que el papa.

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    1. Hay que evitar los absolutismos... Se puede ser fanático de manera mínimamente racional y civilizada, aunque no es algo común.
      Yo he sido fanática (y tengo la gran suerte de seguir sintiendo a veces que lo soy) de algunos grupos musicales, y eso jamás me ha traído ningún problema con los demás. Si se metían con mi grupo, aunque me hiciera hervir la sangre, aceptaba que hay personas irrespetuosas, y aunque para mí sean los mejores, sé y comprendo que no es así para otras personas. Ser fanático de algo le aporta mucho sentido a la vida y te hace vivir momentos de infinita emoción. Aquel que ama incondicionalmente algo, es afortunado.

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